martes, 11 de octubre de 2011

Todavía

Sin más título que mi nombre,  
sin más palabras que mi silencio,
sin más días que mis noches,
sin más nada que mi vida
y un poco menos que mi muerte.

Todavía busco lo que no existe
para justificar lo que existe
y apenas sobrevive.

lunes, 10 de octubre de 2011

Despedida

Una señal inteligible
guía mi paso firme
de viajero solitario.
Danzan en el viento
las hojas amarillas del otoño,
presagiando la arritmia
del pulso de la muerte.

Cargo mi equipaje de rosas marchitadas,
la herrumbre de la sombra,
y un nombre como tantos.

Arde y cruje la madera,
esparciendo las cenizas
de este crematorio de esperanza.

El tiempo acalla voces;
el recuerdo horada surcos de dolor.
Todo conspira:
la herencia de los muertos,
el frío del invierno,
el silencio de los pájaros.

En el paisaje celestial
se posa la mirada
del ojo que no existe.
Bajo el pie del caminante,
el hueco interminable del abismo.

Ha caído un ángel donde crece la miseria.
Ha muerto un niño de tristeza.

La memoria juega el juego del olvido.
Sin nombre que me nombre,
se agrieta esta montaña de silencio
y hace cumbre la última palabra:
Adiós.

La Herida

Enmudece mi soledad,
afónica de silencio.

Ecos retumban desde el abismo.
El oído quiere ser sordo
para no escuchar el lamento de voces:
son grietas para mirar el fondo
y derrumbar el mito de la muerte.

Se desangra la vida,
herida de palabras.
La muerte susurra
algo que no entiendo.

Silencio.

Mis ojos miran desde abajo,
buscan una señal,
un atajo, una luz,
y sólo encuentro cruces sobre la tierra.

La herida estuvo siempre,
la sangre está seca,
la pregunta se repite,
la respuesta es imposible.

Y caigo, caigo...
hasta tocar el cielo con mis manos.

Y vuelo, vuelo...
hasta cavar la tierra con mi sombra.

Nadie

Dime la clave en algún poema
o en alguna flor
para descifrar el tiempo que nos queda.

Mírame sin los ojos
para fraguar el confín del infinito
y sobrevivir en la memoria de un beso.

Entonces será posible
caer en el abismo sin fondo,
e inaugurar la memoria vacía
frente al silencio eterno de la muerte.

O tal vez no quede sino reptar
en el polvo de los huesos de nadie
y esperar en ese sitio la luz que borre
mi nombre y mi sombra
de la historia de todos.


Tendré que escribirlo todo
para no olvidar.

O morir con una granada de palabras
y miles de preguntas como esquirlas.